Microdoxia

“La atmosfera de microdoxia está creada por el miedo intelectual y prudencia de la carne, que paraliza los esfuerzos laudables de los que quieren iluminar con su fe ortodoxa e impregnar con su espíritu cristiano todas las manifestaciones de la vida humana... [A estos últimos] se les echan encima los celosos defensores de la rutina con palabras sagradas de tradición, prudencia y ortodoxia” (“Sobre el miedo intelectual y la prudencia de la carne”, Arbor, 67-68, 1951).

“Microdoxia es la identificación de la realidad, de la fe verdadera, de la ortodoxia, con una cierta concepción establecida que ya no es abierta, misteriosa, oculta” (Los dioses y el Señor, Buenos Aires 1967).

La microdoxia significa querer encerrar la ortodoxia en pequeñas verdades, conceptos estrechos, renunciando a abrirse a verdades nuevas.
En la microdoxia la doxa se encuentra disminuida, minimizada, fijada, identificada con un contenido concreto expresado en fórmulas intocables. En definitiva, ese saber se haya sujeto a “una concepción del mundo plenamente cristalizada”, incapaz de abrirse a un pensamiento más amplio, diferente. Entre la premisas microdóxicas destaca la pretensión de “pensar que Cristo es solamente mío, o sólo para los cristianos ortodoxos-microdoxos”. Por la contra “Cristo es mucho más que esto y mientras no superemos esta concepción microdóxica, difícilmente se podrá entablar una conversación con quienes sigan otras religiones, sin traicionar su fe si sin emprender este encuentro con complejos de culpabilidad” (Los dioses y el Señor). Para nuestro autor, lo que la gente critica hoy no es tanto la doctrina ortodoxa cristiana, cuanto la “microdoxia”. Por eso, para él, el kairós del Occidente es estar dispuesto a un cierto sacrificio, a “despojarse de sus vestiduras y recibir un nuevo cuerpo”, porque “Quien no está dispuesto a perder la propia vida...”.