La intuición cosmoteándrica: Las tres dimensiones de la realidad
Para Panikkar, la aventura humana sobre la Tierra es indisociable de la aventura del conjunto de la realidad. Durante siglos nos hemos imaginado superiores al resto de la realidad, para acabar encontrándonos aislados en un universo que (tal como lo describe la ciencia moderna) parece que nos ignora completamente. Pero hoy estamos empezando a darnos cuenta, por ejemplo, de que “nuestra relación con la Tierra forma parte de nuestra autocomprensión”. “El cielo y la Tierra comparten el mismo destino”.
Después de que la cultura moderna haya hecho la experiencia de “un aislamiento y soledad terribles”, ahora empieza a redescubrir la interdependencia de todo lo que existe. “Todas las fuerzas del universo… están entrelazadas”, hasta el punto de que las almas individuales no existen: todos estamos interconectados, y yo solo puedo alcanzar la salvación si de algún modo incorporo el conjunto del universo”. Nuestra tarea es “completar el microcosmos” que somos a nivel individual y colectivo, “reflejando y transformando el macrocosmos” y participando plenamente en “la realización del universo”. Nos corresponde superar los dualismos que conforman nuestra experiencia ordinaria de la realidad: “entre lo material y lo espiritual… entre lo secular y lo sagrado, lo interior y lo exterior, lo temporal y lo eterno”. Cada persona es “un nudo en la red de relaciones… que abarca hasta las antípodas de lo real. Un individuo asilado es incomprensible… El Hombre es solo Hombre con el cielo arriba, la Tierra abajo y sus congéneres a su alrededor”.
La primera parte de La intuición cosmoteándrica está constituida por el ensayo “Colligite fragmenta: Para una integración de la realidad”, que describe tres “momentos kaairológicos” en el desarrollo de la conciencia y formula la intuición de que kosmos, theos y anthropos no pueden concebirse aisladamente. “La visión cosmoteándrica no gravita alrededor de un único punto, ni Dios ni el Hombre ni el Mundo, y en este sentido no tiene centro. Los tres coexisten, se interrelacionan y pueden estar jerárquicamente constituidos o coordinados… pero no pueden aislarse, pues ello los aniquilaría”.
La segunda parte, “El fin de la historia”, analiza la triple estructura de la conciencia humana del tiempo, distinguiendo una conciencia no-histórica, una conciencia histórica y, finalmente, una conciencia transhistórica que hoy, sigilosamente, empieza a amanecer. La obra concluye con el texto “Anima Mundi, Vita Hominis, Spiritus Dei”, que empieza señalando que “la Tierra está viva” y nos invita a superar la dicotomía entre “misticismo de la naturaleza” y “misticismo teísta”, pues “toda la realidad está entregada a la misma única aventura”.
Jordi Pigem