|
Para mí es un honor poder exponer hoy, en esta solemne sesión académica, los méritos que reúne Raimon Panikkar Alemany para ser investido doctor honoris causa de nuestra Universidad. Raimon Panikkar es, sin duda, el pensador catalán vivo más reconocido internacionalmente. Su vida y su obra muestran, de hecho, el enorme alcance temático, geográfico y lingüístico de su pensamiento, que ahora deberé presentar de forma resumida. Raimon Panikkar nació el 3 de noviembre de 1918 en Barcelona, de padre indio e hindú, y de madre catalana y católica. Desde niño, pues, pudo adoptar, cultivar y desplegar tradiciones diversas, en las que nunca se ha sentido forastero. Fue ordenado sacerdote en 1946, año en el que se doctoró en Filosofía; en 1958 obtuvo el doctorado en Ciencias, también por la Universidad de Madrid, y en 1961 el doctorado en Teología por la Universidad Laterana de Roma. Ha vivido en la India, en Roma, donde ha sido «libero docente» de la Universidad, y en los EEUU. En el 1966 fué invitado como Visiting Professor en la Universidad de Harvard y desde entonces hasta el 1978 alternó la docencia en USA durante un semestre con la investigación en la India. De 1971 a 1987 fue catedrático de Filosofía Comparada de las Religiones y de Historia de las Religiones en el Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad de California, en Santa Bárbara, de la que es ahora profesor emérito. En 1987 regresó a Catalunya y estableció su residencia permanente en Tavertet (Osona), donde ha seguido ofreciendo cursos, seminarios y encuentros sobre temas filosóficos, religiosos, culturales y de profundización de las diferentes tradiciones de la humanidad. Ha publicado una cincuentena de libros, la mayoría en catalán, castellano, italiano e inglés, traducidos al francés, alemán, chino, portugués, checo, holandés y tamil. Él mismo tradujo, durante diez años, una antología de mil páginas de los textos de los Vedas. Panikkar ha dirigido más de una veintena de tesis doctorales de estudiantes de todo el mundo, básicamente durante su estancia en los EEUU. Se han escrito unas treinta tesis doctorales sobre su pensamiento, algunas de las cuales han sido publicadas. Ha dado cursos en universidades de todo el mundo y conferencias prestigiosas como las «Warner Lectures Series» y las «Gifford Lectures». Ha colaborado en el proyecto de la obra Classics of Western Spirituality (Nueva York), que ha publicado hasta hoy 76 volúmenes y en la obra World Spirituality, que consta de 25 volúmenes, los tres últimos bajo su dirección. Estos últimos días acaba de aparecer el primer volumen, en italiano, de su Opera Omnia, que debe abrazar veinte volúmenes. Está previsto que estas obras completas se publiquen también en otras lenguas, en primer lugar, en catalán. Además de esta gran actividad académica, Panikkar ha sido presidente de «Pipal Tree» (Bangalore). Es fundador y director del «Center for Cross-Cultural Religious Studies» (Santa Barbara, California) y de «Vivarium, Centre d’Estudis Intercultural» (Tavertet, Catalunya). Desde 1993 también es presidente de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones (Madrid). En 1960 fue uno de los fundadores de la ONG Pax Romana -con estatuto consultivo ante Naciones Unidas- que defiende los derechos y la dignidad del hombre en todo el mundo. Ha participado en numerosos coloquios internacionales de la UNESCO y de muchas otras sociedades académicas. En dos ocasiones fue enviado especial del Gobierno de la India en misión cultural para la América Latina. A lo largo de su vida ha recibido numerosos premios y distinciones, entre los cuales hay que destacar tanto los reconocimientos internacionales («Premio Español de Literatura» (1961), Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya (1999), título de «Chevalier des Arts et des Lettres» del gobierno francés (2000), Medalla de la Presidencia de la República Italiana (2001)), como los estrictamente académicos (Doctor Honoris Causa por la Universidad de las Islas Baleares (1997), por la Facultad de Teología de la Universidad de Tübingen (2004) y por la Facultad de Sociología de la Universidad de Urbino (2005)). La Universidad de California otorga anualmente un premio, con el nombre de «The Raimundo Panikkar Award in Comparative Religions», al estudiante graduado en filosofía de las religiones con mejores calificaciones académicas. Actualmente está en estudio la creación de una cátedra con su nombre en aquella Universidad. Prestigiosas revistas le han dedicado números monográficos y se han organizado simposios y jornadas para estudiar su obra. La próxima será del 5 al 7 de mayo, en Venecia, bajo el título «Mysticism, Fullness of Life». Con todo, la enorme actividad de Raimon Panikkar -aquí tan sólo insinuada- sólo recibe su sentido profundo de las ideas y de las vivencias que la informan. Durante 30 años ha tenido un contacto intenso con la India, que visitó por primera vez en 1954. «Me marché cristiano, me descubrí hindú y regreso budista, sin haber dejado de ser cristiano», ha dicho él mismo. Raimon Panikkar no es un pensador convencional. Muy al contrario, rompe muchos esquemas, convenciones y prejuicios. Su formación intelectual, entre oriente y occidente, le permite reflejar en su obra un diálogo filosófico constante entre tradiciones, ideologías y creencias diversas. Su solidez en el conocimiento de la tradición filosófica occidental y sus excepcionales conocimientos de las tradiciones filosóficas y espirituales de oriente le confieren unas condiciones y una capacidad para el diálogo interfilosófico e interreligioso absolutamente inhabituales, no sólo entre nosotros sino también en el ámbito internacional. En unos momentos en los que el pensamiento oriental está ganando terreno y adeptos entre nosotros, la figura de Raimon Panikkar se alza con la máxima autoridad de quien es un referente experto, riguroso, profundo. La filosofía, saber abierto constantemente a la reflexión de cuanto es humano, encuentra en Panikkar un pensador original y desacomplejado, porque sabe de qué habla y porque propone relaciones y acepta diferencias que sólo pueden ser expuestas y debatidas por quienes las han vivido y entendido desde el interior de cada tradición. Panikkar, que ha peregrinado tanto, propone el peregrinaje como símbolo de la vida, pero no como la vida misma, porque el peregrinaje debe ser no solamente exterior sino también interior. De ahí que él acepte la primacía de la praxis, de la vida, de una vida que se despliega en el momento, en cada momento, y que es capaz de encontrar lo universal en lo concreto, en lo particular. «Mi aspiración -ha manifestado- no consiste tanto en defender mi verdad como en vivirla.» Su pensamiento, inspirado en el principio advaiti (ni monista, ni panteísta, ni dualista), propone una visión de la armonía, de la concordia, que quiere descubrir «el invariante humano» sin destruir las diversidades culturales que, a la postre, se dirigen a la realización de la persona, siempre en proceso de creación, de recreación. «Cuanto más nos atrevemos a caminar por nuevos senderos -ha dicho-, más necesitamos estar enraizados en la propia tradición y abiertos a las demás, que nos advierten que no estamos solos y que nos permiten alcanzar una visión más amplia de la realidad.» Por ello el diálogo es tan importante, no el diálogo meramente mecánico o informativo sino el que él llama «diálogo dialógico», que conduce a reconocer las diferencias y también lo que se tiene en común, que encamina finalmente a una fecundación mutua. El diálogo no es un lujo para los humanos sino estrictamente necesario. Y el diálogo interreligioso juega un papel importante. Este diálogo no es entendido por Panikkar como un diálogo abstracto, teórico, un diálogo sobre creencias, sino como el diálogo humano en profundidad, en el que se busca la colaboración del otro para la realización mutua, puesto que la sabiduría consiste en saber escuchar. La religión no es, para Panikkar, un experimento sino una experiencia, no una teoría sino una experiencia de vida, a través de la cual se forma parte, sin preocupación ni ansiedad, de la aventura cósmica. Eso le lleva a plantear, por ejemplo, la noción de «identidad». En una entrevista se le preguntó: «¿Dónde encuentra Vd. su identidad?», y el respondió «Perdiéndola, no buscándola: no queriéndome aferrar a una identidad que aún no está realizada y que no se puede encontrar desde luego en el pasado, porque entonces sería una copia de algo viejo. La vida es riesgo; la aventura es novedad radical; la creación se produce todos los días, algo absolutamente nuevo e imprevisible.» Con una visión concreta y a la vez global de la existencia, Panikkar defiende la armonía de los unos con los otros, la nuestra con la naturaleza y, claro está, con nosotros mismos. Defiende la sacralidad de la vida como una secularidad sagrada. Porque todo ser es sagrado, todo ser es inviolable, y denuncia que se haya perdido la sensibilidad por la sacralidad de la materia. La ecosofía es la nueva sabiduría de la tierra. Lo que es humano, lo que es infinito o divino y lo que es material, no son tres realidades separadas sino tres aspectos de una única y misma realidad. Ésta es su intuición cosmoteándrica o teantropocósmica, que muestra la ambigüedad y los límites de cualquier discurso estrictamente científico o cultural. Al fin, es la obsesión por la certeza la que nos ha conducido a la patología de la seguridad, que es la obsesión actual. De ahí que Panikkar recomiende que la filosofía tenga humor, es decir, que esté atenta a la polisemia, a la ambigüedad, a la apertura: porque sólo podrá favorecer la conciencia de libertad, si ella misma se encuentra por encima de cualquier servidumbre, también de cualquier servidumbre racional, racionalizadora. Ciertamente, Panikkar no es un pensador cómodo, porque no siempre es previsible, nunca es convencional, siempre abre nuevas perspectivas, nuevas dudas, esperas y esperanzas nuevas. Eso le convierte en un pensador de verdad, en un maestro de pensamiento, en una persona sabia. Y, como dice Cicerón, «sapiens beatus est». No puedo concluir esta presentación sin hacer público un gesto privado pero de gran generosidad por parte de Raimon Panikkar, que ha querido legar a la Universitat de Girona su impresionante biblioteca privada. En justa correspondencia a su amistad y generosidad, desde aquí les puedo garantizar, solemnemente, el compromiso de esta Universidad, que desde hoy ya es la suya, de dar continuidad a ese legado, para potenciar y difundir su contenido. Es, pues, por muchas razones y, ciertamente, por todo esto, Rectora Magnífica, que solicito que se otorgue y confiera el grado de doctor honoris causa al señor Raimon Panikkar. |
«Salí cristiano,
me he descubierto hindú y regreso buddhista,
sin dejar por ello de ser lo primero»