Paz y desarme cultural
El tema de la paz atraviesa de manera explícita e implícita toda la obra de Raimon Panikkar, como no podría ser de otra manera. No obstante, la historia del género humano parece desmentir otra vez este axioma, la paz y la religión van unidas de manera indisoluble, bien se trate de la paz interior, personal y espiritual, o bien de la paz política, entre los hombres y las comunidades. Hasta el punto que se puede afirmar que, todas las veces (y son tantas en el curso de la historia) en que una religión no ha promovido la paz o no se ha opuesto a la guerra o la ha fomentado (y todas lo han hecho), ha traicionado su misma razón de existir y ha negado su propia naturaleza espiritual.
Pero Panikkar no se limita a constataciones de este tipo, obvias y sin embargo necesarias hoy y siempre: durante toda su vida de persona religiosa, de docente, de escritor, ha indagado sobre el tema de la paz buscando identificar las huellas a seguir para hacer posible esta necesaria utopía. Hoy la paz está en boca de todos, pero sigue siendo una especie de milagro, si nos fijamos en la realidad de los hechos y las noticias que nos relatan diariamente nos dan cuenta de tantas guerras en curso. El propio hecho que sea algo que todos anhelamos, que todos afirmamos querer realizar no se realice jamás, aun siendo teóricamente realizable mediante la simple buena voluntad humana nos dice hasta qué punto dice el mito de la guerra es todavía predominante respecto del de la paz. Por ello “no es realista afanarse por la paz si no procedemos a un desarme de la cultura bélica en la que vivimos”.
Esbozar el mito de la paz significa revelar su dimensión religiosa: que no sea conseguir un resultado futuro sino despejar un camino continuo. “La esperanza no es del futuro, sino de lo invisible”. Lo que ocurre, sostiene el autor, no es una revolución sino una metamorfosis. “La metanoia radical […] no quiere decir otra ideología sino más bien trascender (que no negar) el propio campo de lo mental, del nõus”.
La paz no es algo que se impone, que se da o que se merezca: la paz es un don que se recibe por la gracia, gratuitamente. Esta actitud de receptividad es el fundamento de la paz. Aquí radica la dimensión religiosa de la paz: o mejor, el cambio de la visión religiosa de la guerra. La mayor parte de las guerras, en efecto, han tenido y tienen connotaciones o al menos justificaciones religiosas: incluso las guerras contemporáneas, que parecen tener carácter exclusivamente político, son a menudo “inspiradas por un ethos religioso: salvar la Civilización, la Libertad, la Democracia, todas con mayúscula”. Y estamos entonces en la tesis fundamental del libro: para enderezarse en el camino de la paz es necesario un desarme cultural preventivo, que es la verdadera transformación: “Entiendo por desarme cultural el abandono de la trinchera en la que se ha encastillado la cultura moderna de origen occidental, que considera algo adquirido y unos valores negociables como el progreso, la tecnología, la ciencia, la democracia, el mercado económico mundial […]. El desarme se hace vulnerable y debe realizarse poco a poco, pero es condición esencial para poder establecer un diálogo en condiciones de paridad con todas las culturas de la tierra”.
El libro, rico en intuiciones iluminadoras, concluye con un capítulo titulado “Caminos para la paz”. Partiendo del presupuesto que “la paz no se obtiene con un tratado, come el amor non se conquista con un decreto” porque “hay en la naturaleza de la paz, algo como en la del amor, que no obedece a ningún orden”. Panikkar recuerda que “solo la reconciliación lleva a la paz” y el diálogo es la única vía posible a la reconciliación “no un diálogo para alcanzar una solución, sino un diálogo para ser, porque yo no soy sin el otro”. Y concluye: si vis pacem, para te ipsum.
traducción del italiano